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La cultura
organizacional

Para hablar de cultura organizacional, es importante definir su concepto, de tal forma que podamos comprender el impacto que ésta tiene dentro de una empresa. Para Stephen Robbins la cultura organizacional es: “un sistema de significado compartido entre sus miembros que distingue a una organización de las otras”. Esta definición no es tan simple como parece, ya que cuando se habla de un sistema de significado compartido, se hace alusión a toda una estructura que soporta ese “significado”, es decir, que no hablamos de componentes aislados, sino de una serie de elementos que actúan de manera conjunta para mantener la existencia de ese significado.

Es aquí donde se marca el énfasis cuando se habla de cultura organizacional, pues es lo primero que debe ser definido partiendo del eje rector de toda organización y debe dar respuesta a la pregunta: ¿Cómo (nosotros empresa) queremos ser reconocidos al exterior (por clientes, proveedores, competencia, etcétera)? Cuando se dice “reconocidos”, nos referimos a que como personas estaremos exponiendo ciertas características con las que deseamos que nos identifiquen como parte de algo.

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Es entonces en estas características donde radica el “significado”, mismo que requiere ser construido desde los valores, creencias, hábitos y prácticas que generen valor a la gestión de la empresa. Descartando aquellas características que tienen las mejores intenciones pero que de fondo no aportan a los objetivos y metas de la organización. Ahora, recordemos que éstas son sólo el referente, pues el verdadero trabajo al que se enfrenta una organización está en materializar dichas características en el actuar de las personas, especialmente en el cuerpo directivo y en las diferentes líneas de mando. Pues son ellos los que marcan la estructura que facilita o no la ejecución de las características. Un ejemplo de ello es lo que ocurre dentro de una organización que tiene como parte de su significado la creatividad y se busca que dicha característica sea reconocida en todos sus colaboradores por sus clientes, pero resulta que sus procesos y procedimientos lejos de ayudar a que las personas actúen así, promueven actitudes contrarias, lo cual resultará en que la característica predominante sea la inflexibilidad, en lugar de la creatividad.

A esto algunos autores le llaman “cultura formal “y “cultura informal”: mientras que por un lado la primera alude a aquellas expresiones e intenciones de lo que debería ser, es decir, “lo ideal”, la segunda refleja los comportamientos y actitudes reales que se dan en las organizaciones. Es común observar que en múltiples empresas el personal de D.O. coloca en papel y con gran inspiración sus mejores intenciones de fortalecer la cultura organizacional, sin embargo, después de un tiempo se puede notar la inmensa frustración al caer en cuenta de que aquello que fue esbozado está muy lejos de ser realidad.

El verdadero problema muchas veces no sólo radica en el qué, sino en el cómo, esto es, la manera en que se baja a los equipos de trabajo aquello que se desea inducir. ¿Con qué estrategias? ¿Con el apoyo de qué herramientas? ¿Cómo se están modelando los valores de este equipo en el quehacer cotidiano? Éstas y otras preguntas más deben hacerse no sólo desde las áreas de recursos humanos, capacitación y D.O., pues esta tarea es de todos dentro de una organización.



Luis Antonio Villagrán