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Inteligencia
emocional y
productividad

Las presiones de la vida, la competencia laboral, la exigencia de perfeccionamiento profesional y la sobrecarga de roles nos tienen con las emociones negativas a flor de piel. Si a lo anterior añadimos el estrés urbano, la sobreexposición en redes, el consumismo y el bombardeo de noticias, el resultado es la alteración emocional, que en ocasiones conduce a graves desequilibrios y patologías crónicas, tanto físicas como psicológicas.

Dimensión vital de nuestra personalidad, el conjunto de emociones no sólo afecta nuestro ámbito personal sino también nuestra capacidad de socialización y nuestro desempeño laboral.

De acuerdo la Organización Mundial de la Salud, el ser humano presenta un triángulo del bienestar o salud donde cada lado constituye una fase importante del desarrollo del hombre: física, psicológica y social. Si el individuo presenta una alteración en alguno de los lados del triángulo, necesariamente y en proporción afectará a los demás.

La clave es saber reconocer dichas emociones de forma inteligente y asertiva para tener un rendimiento óptimo y contar con mejores relaciones interpersonales.

La frase inteligencia emocional, actualmente en boga, tiene antecedentes en la Grecia antigua –y esto lo señala en 1995 el mismo Daniel Goleman, creador del concepto-: Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, habla de la importancia de saber enojarse.

La llamada inteligencia emocional es la capacidad de conocer, manejar y administrar nuestros sentimientos; de interpretar o enfrentar los sentimientos y emociones de los demás; de sentirnos satisfechos y eficaces en la vida y, por ende, más saludables emocionalmente, funcionales y felices.

El doctor Howard Gardner definió inteligencia interpersonal como el acto de identificar las diferencias entre uno mismo y los demás en cuanto a los estados de ánimo, los temperamentos, las motivaciones y las intenciones. Asimismo, definió inteligencia intrapersonal como el conocimiento cabal de nuestra gama emocional.

Según el psicólogo David McClelland (1917-1998), los empleados más sobresalientes en una organización son aquellos que manejan la empatía, la negociación, el consenso y la asertividad, elementos destacados de la inteligencia emocional.

Inteligencia
emocional y
productividad

La inteligencia emocional consta de cinco fases:

  • Autoconocimiento emocional
  • Autocontrol emocional (autorregulación)
  • Automotivación
  • Empatía (capacidad de ponerse en el lugar del otro)
  • Relaciones interpersonales sanas

¿Cómo son las personas con coeficiente emocional elevado?

  • Son profesionales exitosos.
  • Mantienen relaciones interpersonales estrechas.
  • Saben negociar.
  • Toleran la frustración.
  • Manejan las adversidades sin dejarse llevar por ellas.
  • No generan ambientes adversos o tóxicos en las oficinas.
  • Tienen buena salud

El alto coeficiente emocional se proyecta en la ecuanimidad, la aceptación, la confianza y la asertividad. El no perder el control de nuestras emociones, el buscar acuerdos benéficos para todas las partes, el expresar nuestra opinión claramente, sin miedo y con respeto; el privilegiar la comunicación, el saber atravesar los conflictos y las frustraciones; el dejar pasar los momentos negativos, para no almacenar cuentas por cobrar ni guardar rencores… ¡Todo lo anterior impactará positivamente en la efectividad de los procesos y del clima laboral!

Queda más que demostrado que los problemas de las empresas, de la atención al cliente y del flujo adecuado de las organizaciones, pueden agravarse cuando los seres humanos responsables de estas actividades no manejan adecuadamente sus emociones.

Conviene que las organizaciones refuercen sus programas de sensibilización, para incrementar o desarrollar los niveles de resiliencia y contemporización.


María Guadalupe Álvarez Icaza