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Agustín Aguilar Tagle
¡El Banco de México está cumpliendo este año un siglo de existencia! Cien años de velar por la estabilidad de nuestra moneda, por la confianza en el sistema financiero y por el equilibrio de la economía nacional; cien años de sabiduría institucional, de disciplina monetaria y de independencia ganada y defendida con rigor. Pero para nosotros, en la Escuela Bancaria y Comercial, el centenario del banco central tiene un significado todavía más íntimo: es el cumpleaños de nuestra madre fundadora.
Porque fue en el seno del Banco de México donde, en 1929, nació la Escuela Bancaria del Banco de México, nuestra primera identidad institucional. Allí, en la biblioteca del Banco, setenta jóvenes empleados se convirtieron en los primeros alumnos de una escuela pionera, diseñada para formar a quienes habrían de manejar la complejidad de la banca central.
Por iniciativa de Manuel Gómez Morin, el Banco y su director general, don Alberto Mascareñas Navarro, convocaron a un claustro de profesores de lujo: Agustín Loera y Chávez, Alejandro Prieto Llorente, Roberto Casas Alatriste, Tomás Vilchis, José Luis Osorio Mondragón y Miguel Palacios Macedo, entre otros, todos convencidos de que el destino de la nación depende de su capacidad educativa.
La hija permaneció en casa apenas tres años. En 1932, por decisión del Banco y por la fuerza de las circunstancias, la Escuela Bancaria se independizó, tomó el nombre de Escuela Bancaria y Comercial (EBC) y comenzó a caminar por su cuenta. Pero aunque la hija salió joven de la casa materna, nunca negó ni olvidó sus orígenes: siempre ha reconocido con orgullo que su cuna fue el Banco de México, la institución que la concibió, la acogió y le dio su primera forma.
Desde entonces, madre e hija han seguido caminos distintos, pero complementarios. El Banco de México ha defendido la estabilidad macroeconómica del país, ha ganado autonomía y se ha convertido en símbolo de confianza y de institucionalidad. La EBC, por su parte, ha formado generaciones de contadores, banqueros, economistas, financieros y empresarios, convencida de que el progreso sólo es posible si se construye sobre las bases del saber, del hacer y del ser.
El reencuentro entre madre e hija ha ocurrido en distintas etapas. El más simbólico sucedió en 2014, cuando se instauró la Cátedra del Banco de México en la EBC, un ciclo de conferencias en el que directivos del Banco compartieron con los estudiantes su visión sobre la macroeconomía, las finanzas y el desarrollo. Fue como sentarse nuevamente a la mesa familiar: la madre hablando de su experiencia y la hija, ya adulta, escuchando con respeto y gratitud.
Hoy, cuando mamá cumple cien años, la hija celebra con ella. La EBC reconoce que sin aquella decisión visionaria de 1929 —crear una escuela para capacitar a los empleados del banco central—, nuestra historia sería distinta. Celebramos, pues, no sólo a la institución que ha dado estabilidad monetaria al país durante un siglo, sino también a la madre generosa que, sin proponérselo del todo, dio vida a la primera escuela de negocios de México.
En este aniversario, brindamos por la madre centenaria y por la hija agradecida. La madre que sigue velando por la moneda y la estabilidad económica del país. Y la hija que, con casi cien años también a la vista, sigue honrando a su cuna con el mismo principio que la vio nacer: educar para transformar el destino de México.