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¿La cultura se siente o se mide? Cómo crear conexión emocional en entornos híbridos
En los últimos años, he tenido la oportunidad de acompañar a diversas organizaciones en sus procesos de transformación cultural. Esta reflexión nace a partir de mi participación en el Congreso Nacional de Capital Humano: Dimensiones 2025, celebrado en el campus Mérida de la EBC, donde compartí experiencias y herramientas para fortalecer la cultura organizacional en entornos híbridos desde una perspectiva emocional y participativa.
Lo que he observado es que, en este nuevo mundo híbrido que combina lo presencial con lo remoto, muchas de ellas enfrentan el mismo dilema: ¿cómo sostener una cultura sólida, auténtica y emocionalmente conectada cuando las personas ya no comparten el mismo espacio físico?
Mi trabajo como facilitador en LEGO® SERIOUS PLAY® me ha permitido entender que la cultura organizacional no puede ser reducida a carteles con la misión, visión y valores. La cultura no se imprime: se vive. Se construye en las microinteracciones del día a día, en las relaciones que se tejen entre compañeros, en los rituales cotidianos que dotan de identidad a una empresa. Y, precisamente por eso, cuando esos espacios compartidos se diluyen en entornos híbridos, se hace urgente reimaginar cómo generar esa conexión entre personas, aunque no estén físicamente juntas.
La cultura no se imprime, se experimenta
Una de las cosas que comparto frecuentemente en talleres es que pretender que la cultura institucional se transmita solo a través de documentos o comunicados es una visión limitada. Sí, necesitamos claridad en nuestros valores, pero también debemos reconocer que las culturas organizacionales se sostienen en lo que se vive, no solo en lo que se dice.
En entornos híbridos, donde los equipos trabajan desde distintos puntos geográficos, la ausencia de interacción espontánea afecta el sentido de pertenencia. La gente puede cumplir con sus tareas, pero se pierde la riqueza de lo informal, lo no estructurado, aquello que, aunque intangible, hace que uno se sienta parte de algo mayor.
Por eso, cuando hablo de fortalecer cultura, me refiero a habilitar espacios donde las personas puedan expresarse, ser escuchadas y, sobre todo, sentirse parte. De ahí que el uso de metodologías activas como LEGO® SERIOUS PLAY® no sea una “actividad creativa más”, sino una herramienta estratégica: permite que las personas construyan juntos el significado de su cultura, desde sus propias experiencias y perspectivas.
La conexión emocional, una experiencia vivida
¿Qué entendemos hoy por conexión emocional en el lugar de trabajo? Desde mi experiencia, es cuando los colaboradores pueden expresarse con libertad, ser ellos mismos y sentirse cómodos en su entorno. No hablo solo de estar contentos en la oficina o en casa, sino de esa capacidad de interactuar de manera auténtica, sabiendo que sus voces importan.
Una cultura emocionalmente conectada no se trata de grandes discursos ni de métricas abstractas. Se manifiesta en los pequeños detalles: en el reconocimiento, en la escucha activa, en la empatía que se genera cuando nos sentimos valorados. Y eso, más que nunca, es crucial en el trabajo híbrido, donde el riesgo de desconexión silenciosa es real.
He visto cómo, cuando se generan espacios de diálogo genuino —más allá de las juntas operativas— las personas vuelven a conectar con el propósito de su trabajo, con sus compañeros, consigo mismas. Eso es cultura viva.
Construyendo cultura con LEGO® SERIOUS PLAY®
Desde que comencé a facilitar talleres con LEGO® SERIOUS PLAY®, entendí el poder de transformar lo intangible en tangible. Cuando un equipo construye con sus manos lo que para ellos representa “trabajo en equipo”, “confianza”, “propósito” o “cultura”, algo poderoso ocurre: el símbolo une, comunica y permite conversaciones que de otra forma no emergerían.
LEGO® SERIOUS PLAY® nos obliga a hacer visibles las emociones, a compartir nuestras percepciones con honestidad. Cada persona construye su modelo, lo explica, lo conecta con los de sus compañeros. En ese ejercicio de representación, surge el entendimiento colectivo.
Para los entornos híbridos, esta metodología ofrece una ventaja clave: promueve la participación equitativa. En una reunión típica, hablamos de una dinámica 80/20, donde el 20% de las personas monopoliza la conversación. En LSP, todos construyen, todos narran, todos importan. Esa horizontalidad es indispensable cuando buscamos fortalecer la cultura en equipos dispersos.
Lo que aprendí sobre errores comunes
En estos años he visto intentos bien intencionados por fortalecer la cultura organizacional, pero también errores recurrentes que quiero compartir.
El primero: creer que más reuniones significan más conexión. La realidad es que muchas videollamadas sin propósito solo generan fatiga. He facilitado sesiones donde, después de semanas de reuniones sin sentido, un solo taller de dos horas con LSP logra más que veinte juntas operativas.
El segundo error: pensar que basta con decirle a la gente cómo debe comportarse. La cultura no se dicta. Se vive. Se reinterpreta. Se apropia. Si no permitimos que las personas experimenten la cultura, no se sentirán parte de ella.
El tercero: no escuchar a todos. La participación desigual crea desconexión. Si solo algunos opinan, si las decisiones se concentran en pocos, si las demás voces se apagan, entonces no hay cultura inclusiva posible.
Prácticas que verdaderamente conectan
A lo largo de mi experiencia, he identificado prácticas que sí funcionan. La primera es construir espacios de expresión emocional: que los colaboradores digan lo que sienten, lo que esperan, lo que les preocupa. Darle valor a lo humano.
La segunda es fomentar la co-creación. No imponer valores, sino construirlos juntos. En talleres LSP, cuando un equipo diseña su “empresa ideal”, ese modelo se convierte en un símbolo compartido. Todos dicen con orgullo: “esto lo hicimos nosotros”.
La tercera es visibilizar. Traducir lo intangible en tangible. Una emoción, un valor, un ideal. Cuando algo se ve, se nombra, se comparte, deja de ser abstracto. Eso fortalece el sentido colectivo.
La cuarta es promover la escucha activa. Aceptar que todas las voces tienen valor. En entornos híbridos, donde el aislamiento puede generar indiferencia, la escucha equitativa es un acto de cohesión.
A manera de cierre: lo que nos une
Si algo he aprendido es que las personas necesitan ser escuchadas. Necesitan encontrar sentido en su trabajo. Y solo a través de la conexión, esa que se construye con autenticidad y escucha, se logra.
Los entornos híbridos no son el fin de la cultura. Son una invitación a replantearla. A generar espacios simbólicos, a utilizar herramientas que permitan construir juntos, a dejar atrás la lógica vertical de la imposición y abrazar la horizontalidad de la participación.
Como facilitador, como educador, como colega, mi invitación es clara: no busquemos imponer cultura. Construyámosla. Y hagámoslo juntos, desde el entendimiento, la empatía y la creatividad.
Autor: Dr. Gustavo Hau, Profesor EBC y Facilitador en LEGO® SERIOUS PLAY®

