Según los últimos datos recopilados, la capacitación promedio que recibe cada colaborador en los países de América Latina alcanza un promedio de 32 horas anuales, con un costo de diez dólares por persona.
Los países más competitivos son los que también destacan por los montos de inversión que aplican en la capacitación para el trabajo. En este renglón, México, al invertir muy poco y de manera pobremente planificada, ocupa el lugar 51 en el mundo, de acuerdo al último Reporte Global de Competitividad.
Los propósitos fundamentales que caracterizan a las organizaciones que apuestan por el mejor desempeño de sus cuadros, están constituidos por estas ideas:
- Desarrollar de manera integral las competencias de los colaboradores.
- Disminuir los accidentes en el trabajo.
- Proveer las herramientas técnicas y los recursos que mejoren el desempeño del grupo.
- Contribuir a la mejora sustantiva de la calidad y productividad de la empresa.
Sin embargo, la gran mayoría de las empresas no ha sabido estructurar un plan estratégico que logre los resultados previstos, que muestre con claridad el Retorno sobre la Inversión y contenga los métodos y los sistemas para producir el mejor aprendizaje residual para el conjunto organizacional.
Sin duda, la pregunta que subyace en estas consideraciones es la misma que se hacían en la antigüedad los gobernantes, los poderosos y los pensadores:
¿Quién podrá despertar, conducir y capitalizar el talento de las personas?